lunes, 27 de agosto de 2007

5. DURANTE EL REINADO DE JOSÍAS (¿627? - 609)



Como indicamos antes, tenemos muy pocos datos sobre la vida y actividad del profeta en estos años. Por eso no extraña que los comentaristas hagan las hipótesis más variadas. Para Rudolph, Jeremías permanece en Anatot después de la vocación. Nötscher y Weiser piensan que marchó inmediatamente a Jerusalén para cumplir su misión profética. Vogt afirma que se dirigió al norte. Teniendo en cuenta que se trata de un largo período de dieciocho años, lo más probable es que todo esto ocurriese, sin que una hipótesis excluya otras.

Al reconstruir la actividad del profeta en esta época[i] conviene recordar que su vocación ocurre durante la reforma religiosa y política de Josías, comenzada tímidamente el año 632 y que culminará el 622 con el descubrimiento del Libro de la Ley. Por consiguiente, podemos distinguir una etapa en la que era preciso seguir fomentando la reforma (627-622), un período de euforia (622 y siguientes) y quizá, como sugiere Bright, unos años finales de enfriamiento.

1. Actitud de Jeremías ante la reforma religioso-política de Josías

Mucho se ha discutido sobre la actitud de Jeremías ante la reforma[ii]. Según Farley, Puukko, Duhm y otros, el profeta se habría opuesto decididamente a ella por lo que tenía de superficial y engañosa. Así se comprendería la dura crítica de 8,8: "¿Por qué decís: somos sabios, tenemos la ley del Señor? Si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos". Y también se comprendería que, al descubrirse el Libro de la Ley, Josías no mandase consultar a Jeremías, sino a la profetisa Julda (2 Re 22,13s).

Sin embargo, son más quienes piensan que el profeta vio la reforma con buenos ojos. Una serie de datos confirma esta segunda interpretación. Jeremías coincidió con cinco reyes, y sólo habló bien de uno de ellos, Josías (cf. 22,15); la familia de Safán, uno de los mayores promotores de la reforma (cf. 2 Re 22,8-14), mantuvo muy buenas relaciones con Jeremías y lo libró incluso de la muerte (26,24; 29,3; 36,11-19; 39,14; 40,5-6); el profeta debió de ver en la lucha contra la idolatría y el sincretismo el cumplimiento de uno de sus deseos más profundos. Los partidarios de esta postura consideran justo afirmar que Jeremías no se opuso a la reforma; es probable que incluso colaborase con ella, aunque años más tarde la considerase insuficiente. Naturalmente, lo anterior sólo es válido en caso de que Jeremías hubiese actuado como profeta desde el año 13 del reinado de Josías.

2. El mensaje más antiguo de Jeremías

La mayoría de los comentaristas lo descubre en los capítulos 2-3 y 30-31, dirigidos básicamente al antiguo Reino Norte (Israel) y enriquecidos más tarde por el mismo profeta y sus discípulos con una serie de oráculos a Judá[iii].

Para comprender estos capítulos debemos recordar la problemática religiosa y humana de las personas a las que se dirigen. Desde el punto de vista religioso, el Reino norte fue siempre muy adicto a los cultos cananeos, como lo demuestran los relatos de Elías y el libro de Oseas. Esto implicaba un abandono de Dios, cambiar la fuente de aguas vivas por aljibes agrietados (2,13). Desde el punto de vista humano, la situación era de profundo desánimo; al recuerdo de los deportados un siglo antes (año 720) se unían las ciudades despobladas, una economía muy precaria y la falta de cohesión política.

El problema religioso lo trata Jeremías especialmente en los capítulos 2-3, donde habla del pecado y conversión. En 30-31 predomina el aspecto humano y el mensaje de salvación[iv]: el sufrimiento del pueblo se volverá alegría, retornarán los desterrados y habrá abundancia de bienes.
A estos temas dedicaremos los dos apartados siguientes.

NOTAS


[i]. H. H. Rowley, "The Early Prophecies of Jeremiah in their Setting": BJRL 45 (1962/63) 198-234, concede capital importancia a la invasión escita. Para él, este hecho fue el que motivó la vocación de Jeremías y sus primeros oráculos. Al no cumplirse sus predicciones, el profeta atravesó una profunda crisis (15,10-20); además, quedó desprestigiado, y por eso no lo consultaron el año 622, al descubrirse el libro de la Ley. Sin embargo, Jeremías apoyó inicialmente la reforma de Josías; esto le provocó la persecución de sus paisanos de Anatot, familia sacerdotal que salía perjudicada con la centralización del culto (11,18-12,6). Más tarde, quizá se desilusionase de los resultados de la reforma. De esta reconstrucción de Rowley, el punto más discutido es el de la invasión escita. Se oponen a ella: F. Wilke, "Das Skythenproblem im Jeremiabuch", en Alttestamentliche Studien für R. Kittel (Leipzig 1913) 222-54; J.P. Hyatt, "The Peril from the North in Jeremiaj": JBL 59 (1940) 449-513; R. P. Vaggione, "Over all Asia? The Extent of the Scythian Domination in Herodotus": JBL 92 (1973) 523-30, también considera muy poco probable, "si no imposible", la identificación del "enemigo del norte" con los escitas. A favor de la teoría escita se manifestaron: A. Malamat, "The Historical Setting of Two Biblical Prophecies": IEJ 1 (1950/51) 154-9; H. Cazelles, "Sophonie, Jérémie et les Scythes en Palestine": RB 74 (1967) 24-44.

[ii]. En orden cronológico, los principales trabajos sobre el tema son: J. Dahlet, Jérémie et le Deutéronome (Estrasburgo 1872); A. F. Puukko, Jeremias Stellung zum Deuteronomium (Leipzig 1913); G. Hölscher, "Jeremia und das Deuteronomium": ZAW 40 (1922) 233-39; F. A. Farley, "Jeremiah and Deuteronomy": ExpTim 37 (1925/26) 316-8; J. P. Hyatt, "Torah in the Book of Jeremiah": JBL 60 (1941) 381-90; Id., "Jeremiah and Deuteronomy": JNES 1 (1942) 156-73; A. Robert, "Jérémie et la réforme deutéronomique d'après Jér 11.1-14": ScRel (1943) 5-16; H. H. Rowley, "The Prophet Jeremiah and the Book of Deuteronomy", en Studies in OT Prophecy, Homenaje a T. H. Robinson (Edimburgo 1950) 157-74; H. Cazelles, "Jérémie et le Deutéronome": RScRel 39 (1951) 5-36; S. Granild, "Jeremias und das Deuteronomium": ST 16 (1962) 135-54; J. Scharbert, "Jeremia und die Reform des Joschija": BETL 54 (1981) 40-57.

[iii]. Naturalmente, los autores no se ponen de acuerdo al delimitar de forma exacta lo que pertenece al profeta y lo que corresponde a los discípulos. Véanse las opiniones tan distintas de S. Böhmer, Heimkehr und Neuer Bund. Studien zur Jeremia 30-31 (Gotinga 1976), que sólo atribuye al profeta 30,12-15.23-24; 31,2-6.15-20 y H. W. Hertzberg, "Jeremia und das Nordreich Israel": TLZ 77 (1952) 595-602, que le atribuye gran parte de los cc. 30-31.

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